miércoles, marzo 10, 2010

Ausencia

Ya no recuerdo como antes, hace un largo tiempo atrás, solía recordar todo como si el sumergirme en estos recuerdos fuera la búsqueda de un gran tesoro olvidado en el tiempo, como si aquel tesoro de incalculable valor se hubiera metido en lo más fondo de la tina de baño y que obligadamente cada vez que vagabundeaba cerca de aquel lugar tenía que aguantar la respiración para ir en su búsqueda.
A veces los recuerdos se transformaban en un cigarro que se consumía en mis labios o en el humo que inevitablemente salía por mis narices, muchas veces fueron un vaso de ron con bebida blanca o una cama con algún desconocido. Muchas veces los recuerdos fueron caminatas largas e interminables en las noches cuando volvía a casa, cuando no le temía a la oscura soledad.
Los recuerdos siempre llegaban a mi cabeza cuando estaba sola y lo único que deseaba hacer era olvidar, los recuerdos se afirman del olvido, y el olvido se sustenta del placer, el recuerdo perdido se puede encontrar en un interminable orgasmo , en la entre pierna de una bella mujer o en la verga de un dotado hombre.
Había días, cuando solía caminar por la ciudad, en que creía que el recuerdo se encontraba en las mujeres, solo en las mujeres, y las observaba cuidadosamente, fijaba mis ojos en su rostro o entre sus senos, casi siempre entre sus senos, creo que si es un buen lugar para guardar algo importante, muchas veces les miraba los pies, su tipo de calzado o sus manos, más bien entremedio de sus uñas, creo que aquel lugar también es un buen lugar para guardar algo importante.
Hubo un día, lo recuerdo bien, fue el 29 de febrero del 2666, año bisiesto, nunca olvidaré eso, en donde olvide que era lo que realmente quería olvidar y recordé el recuerdo que buscaba en las mujeres.
Fue en la playa, estaba de noche y hacia frio, mis mocos se congelaban con la brisa marina, creo que esa noche llore, llore por hacer el amor y llore por no decir te amo, y llore por la luna y por las rocas de la playa, llore por la mentira piadosa y llore por mi padre, llore por las luces de la noche, por la felicidad y por el amor, por el compañerismo, por la compañía,por mi compañero, por mi madre, por mi.
Luego de caminar unas cuadras me di cuenta que lloraba por mí, no porque mi vida sea trágica, ni por que fuera infeliz, la verdad es que creo que soy feliz, me gusta caminar y soy feliz, creo que lloraba por mi y porque recordé lo que había olvidado y por que olvide lo que quería olvidar.
Recordé lo absurda que es mi vida, y lo absurda que es la vida en general, recordé el eterno retorno y que aun creo que es lo mas cierto que Dios a dicho ¿fue Dios el que lo dijo?¿ o Dios dijo que Nietzsche a muerto? Bueno, recuerdo solo lo que teoriza lo cíclico, pero no creo que se refleje en la situación misma de la playa y de la noche, sino mas bien, la sensación de que en algún momento lejano del pasado que tampoco se sabe cuando fue, ni con quien, ni en qué situación se creyó estar en la misma situación de ese momento aunque no fuese la misma.

Es parecido a ver las cosas fuera de uno, como crónicas de una muerte anunciada de Márquez, algo parecido, pero menos novelesco y más de película, ya que en el recuerdo, la instancia de la playa es más bien parecida a una película de Almodóvar.
Lo absurdo me causa gracia y le encuentro un sentido, lo absurdo es como una película fragmentada sin comienzo ni final coherente, en donde los personajes van cambiando, los lugares van cambiando pero el protagonista sigue siendo el mismo, y sigue haciendo lo mismo que no debería hacer, o sigue no haciendo lo que debe hacer, y después de un rato así, se vuelve absurdo.
Eso fue lo que recordé aquel día que no olvidaré, pero luego me di cuenta que era algo que sabia y que había olvidado, entonces comprendí que lo que buscaba era lo mismo que había olvidado, solo que no lo recordaba y lo que no quería recordar, ya lo olvide.

1 comentario:

Eduviges dijo...

me gusta fran, me gusta.


carne ruin