jueves, junio 11, 2009

Retrovertigo.

Yo te estaba esperando abajo, en el andén, ansiosa, muy ansiosa, como una pendeja enamorada, una pendeja imbécil, entregada como siempre. El metro siempre ha sido testigo de mis peores desgracias, como un escenario perfecto para los delirios de mi alma, para el llanto incontrolable, de ese llanto, moquiento, patético, en que las lágrimas se salen sin previo aviso, sin preguntarse por que salen, sin saber por qué son.

Había sido todo este tiempo tan estúpida e ingenua, ya te quería, y no te quería soltar por nada del mundo, como si el tenerte aprisionado en mi fuera un regalo, o una especie de eterna oportunidad para remediar todas mis cagadas del pasado, eras un salvador.

Muchas veces busqué tus olores como una animal, en cualquier parte, en cualquier persona, en cualquier perfumería barata. Me retorcía en mi cama recordándote, queriendo amarte como una enferma mental, como una idiota, deseaba meter mi lengua en tu nariz, tan profunda en tu nariz como muestra de mi loco amor, de mis locas ganas de decir que sí a todo, de mis locas ganas.

Cuando tomo y me emborracho, siento que mi mente se aclara, y que mis pensamientos nadan por lagunas interminables de alcohol, razonando mis sentimientos, mirando la luna, claros pensamientos que nadan y no se desesperan, solo funcionan de mejor forma, se optimizan, por eso ahora puedo pensar en ti, y no sentir de ti, y no ser de ti, no ser.

Te espero, camino de un lado a otro en el andén y te espero, han pasado cinco minutos y te sigo esperando como siempre, un poco nerviosa, un poco pendeja, un poco patética. Se que apenas mire tu cara mis ojos sonreirán y querrán mirarte de vuelta, así, entregados, así de fácil, regalándote la mirada, así de fácil.

Te veo llegar, en estos momentos me gustaría estar en una piscina, haciendo gracias como una fascinante acróbata, llamando tu atención, enajenándote, abstrayéndote, para que así pienses un poco en mi, como un algo fuera del mundo, como una mujer fuera de un espacio y tiempo, como una mujer. Que toda esta gente que nos rodea desaparezca de la existencia de este tiempo absurdo, melancólico, tan actual que se me vuelve en blanco y negro, queriendo que fuese un recuerdo lejano, queriendo que tú seas un púto recuerdo lejano.

Es incontenible, es automático, te miro y te quiero. Vienes acelerado, me hablas y me percibes desde otra frecuencia muy ajena a la mía, te deshaces en movimientos rápidos, me dices muchas cosas. En estas instancias en cuando me pierdo y no te reconozco, es en estas instancias en cuando me dan ganas de matarte y patearte en el suelo como si fueras una seca paloma electrificada por los cables del poste de la luz, me das pena, sacas mi parte más amarga, la parte que más me duele.

Me dueles, me dueles como si desde el borde mis dedos arrancaran mis uñas, me dueles, como cuando mi dedo pequeño del pie se muele con la pata de la cama, me dueles tanto maldito, me dueles tanto, que soy masoquista y me gusta que me duelas y que rasgues mi útero, me encanta, me encanta, me excita, me excitas, me calientas, me enloqueces como una puta millonaria que no necesita ejercer pero que todo hace por la ganancia del placer doloroso, desde la humillación, desde la perdida del valor, desde tu descontrol, desde tu desganado y absurdo desenfreno.

Ya no sé que me disgusta de ti, y me confundes cada vez que me miras así, con esos ojos que me matan, que me han estado matando poco a poco hasta el día de hoy.
Te pregunto que es lo que te pasa, me confiesas que ya te inyectaste, que lo necesitas, que hoy lo necesitabas y que en verdad todos los días lo necesitas. No se si quiero volver a verte, pero me gustaría dormir por ultima ves en tu cama. Me subes al metro, me llevas a tu cama.

La noche el clara, que ilumina un poco la habitación que aun mantiene en la atmosfera ese olor a sexo que tanto me gusta, en su interior, tú duermes como un feto dentro de mi útero, me salgo de tu lado y voy a la cómoda, saco tu caja negra. En su interior se encuentra el contenido secreto mas las jeringas y la heroína, ocupo tu cinturón, lo sujeto con mis dientes, le saco el aire a la jeringa…

Me inyecto.

Despiertas convulsionado por una horrible pesadilla, me miras fijo con tus ojos que ya me mataron, es tu boca la que exhala una palabra…

Me dueles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

querida fran: tienes el don.


eduviges carmenchís.