Cuando me convierto en gato y escalo alto ya no te quiero, cuando trepo y toco la punta de los árboles me disuelvo, pierdo el miedo. Cuando estoy arriba me vuelvo mala y fuerte, tan fuerte que parezco una fascinante acróbata, aunque no lo sea. Cuando despego desde abajo hacia arriba soy un animal, me controlan solos mis instintos básicos, los de sobre vivencia. Me convierto en mis piernas y siento con los brazos, pienso con mis manos que me hablan para no sucumbir, nuestra relación es paradójica, mi cuerpo y mente se necesitan mutuamente, pero a la vez no son dependientes, cuando están arriba se aman y juegan a sobrevivir, cuando bajo vuelven a ser invisibles, irreconocibles, por que abajo la mente depende del cuerpo que no quiere moverse, la mente depende del cuerpo que ya no puede volar.