viernes, mayo 20, 2011

Problemas de comunicación.

La perfección habría sido quizás, el no conocernos, mi inquietud quizás sería el mirarte y no saber nada de ti. Ver tu silueta reflejada desde una banca, probablemente leyendo un buen libro en un parque de la región metropolitana, sin confusión de nombres, ni posicionamiento de privilegios.

Como un personaje que retiene la realidad y detiene el tiempo en el transcurso, donde imagina una mujer que no conoce y que su intelección no logra alcanzar, como una figura poco definida y quizás muy poco real, la oposición misma de sus entrañas, como una dialéctica que florece y se complejiza con cada pestañeo que interrumpe la continuidad de una mirada perdida en la nada.

La catarsis de todo esto quizá sea destruirte en mi conciencia y restituirte al mismo tiempo en mí ser como la visión de un perfecto desconocido, construyéndote como lo que verdaderamente eres y no necesariamente lo que no eres de ti mismo.

Quizás, la perfección es que me hubieran engendrado como una nonata muda, ya que hay veces en que las palabras nos distancian, siendo los silencios los que nos devuelven a nosotros mismos, enterneciéndonos con cada no hablar. El halito de la vida volvería a mí si supiera realmente quien soy y que es lo que realmente represento en tu cálido mundo.

Una imagen dice mucho más que irrepetibles declaraciones de amor, una imagen puede destruir todo lo reconstruido. La silueta de la mujer en la barra con medias caladas seduce, pero también provoca desconfianza.

Quizá debamos hacernos la pregunta de por qué lleva tanto tiempo sentada allí; hay veces que la ciudad se vuelve oscura y abandona, deja a la deriva, a veces la cuidad se vuelve un puto lugar y no hay mas donde esconderse que bajo las luces de neón.

Muchas veces el escote y la barra proporcionan una apariencia violenta para el espectador, pero perfecta para la sobrevivencia.

Dicen que aquella mujer no ama ni siente, que solo se satisface, nadie se imagina porque aquella mujer toma tan determinada posición, nadie sabe si alguna vez se enamoro o se dejó amar. Nadie saber qué mujer era antes de sentarse en esa barra, nadie sabe nada antes de que ella cruce las piernas.

Es importante saber que aquel relato muchas veces no interesa, el misterio parece ser mucho más excitante que la verdad, la verdad parece ser un vomito que nadie quiere oler, nadie quiere oler el vomito de la mujer de la barra, ni menos probarlo como un dulce bocado.

Todas las tardes la mujer de la barra se sienta sola en el mismo lugar, al igual que el joven que probablemente lee un libro interesante en la banca del parque.

Lamentablemente el muchacho nunca visita aquellos antros, quizás prejuicios o desaventuras lo sitúan en aquella posición, la mujer no visita el parque porque le duele recordar su niñez, el muchacho probablemente no quiere repetir malas experiencias, la mujer prefiere no correr su maquillaje con lágrimas de un pasado remoto, él dice que no recurre a aquellos antros porque es como retroceder y que las mujeres que se sientan en aquellas barras son como sombras que no reconoce.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bravo.