domingo, abril 12, 2009

Mortalidad infantil.
El niño perdido venia una vez más por mí, y esta vez jalaba con más fuerzas mi vestido, me arrastraba hacia él, se apretaba contra mí. era imposible mirarlo a los ojos y decirle que ya no quería cuidar de él, que ya no quería mas de él, no por que oliera mal, sino por que tristemente cada día me hacia más daño, y el dolor que nacía en mi no era gracias a su intención malévola, sino que era por que todos los días crecía más, cada día que pasaba dejaba de ser más niño, todos los días se volvía mas adulto, como una pesadilla irremediable, una pesadilla de la que yo no quería volverme participe. Hace tan pocos meses solo se comunicaba con sus lindos ojos y me miraba inocentemente como si esa mirada fuera la única que existiese en el mundo, pero ahora el esta aprendiendo a hablar y emite sádicos sonidos, murmulla, trata de imitar las palabras de los demás, él ya no mira a los ojos, ahora solo mira las bocas de las demás personas que quieren que intente hablar, de las que quieren que él se transforme en uno de ellos, un adulto tan poco niño, lo están transformando para que nunca más retroceda, para que nunca más me mire así, y yo amo tanto su mirada, moriría si alguna ves su mirada se desvaneciera como los helados de agua, la buscaría interminablemente en las fotos añejas y me volvería tan triste. Jugaría sus juegos para recordar de alguna manera como él reía con sus ojos.

2 comentarios:

Esteban Videla Barrios dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pablinchi dijo...

la eterna añoranza de la inocencia perdida. Nos perdemos en el recuerdo de los años en donde la imaginación se mezcla con la realidad y no somos capaces de dualizar entre lo abstracto y lo palpable, nuestros años niños.
Más que desesperanza y caer en la red neurótica del pasado invulerable, me quedo con la canción de eterna inocencia: A los que se han apagado.

"Quienes sienten tanto dolor
qienes esperan la solución
no pueden ver nuestras manos atadas, entretenidas en pequeñeces...terminemos con el invierno fuera de nuestras almas
comencemos un mundo nuevo
Vuelva la esperanza!!

nuestra sangre es la savia
que habrá de brotar en las semillas ya sembradas...un mundo por cambiar."

Aquel niño debe disfrutar su infancia como un coloreado festín de cuento, para que después, cuando padezca de adolescencia y choque con la realidad adulta, pueda ver nuevamente la realidad con ojos que aprenden la mueca de la sorpresa.