miércoles, marzo 18, 2009

Tomás y la cotidianidad.
A veces me pregunto si es desdicha o gracia divina o como solía decir él “miedo por ser rosa” por sentirse tan poco, tan débil y vulnerable como una frágil señorita. Los papeles estaban cambiados de hace mucho tiempo, eso estaba claro, y se notaba, se notaba mucho, en nuestras formas de caminar cuando recorríamos las calles, en la forma de hacer el amor, las opiniones y contradicciones en conversaciones o de la vida misma.
Era el hecho que no me cogía en los pasillos como debía hacerlo sino que en esas circunstancias Dios era el que mandaba y su estúpida conjugación entre el amor y el sexo hacia que siempre termináramos virginalmente en la cama, con los pijamas puestos planchados y nuestros cuerpos en-cremados, con olores plásticos que escondían el aroma de la excitación misma, del “sexo divino” .El me repite que el sexo es una invención del Creador para su entretención y que lo único verdaderamente de nosotros es el amor, yo le digo a veces que el amor nos vulnera y hasta nos humilla, que es más cómodo verlo de lejos donde “personalmente” no me toque el corazón, con el amor no escapamos del Creador, el amor no es nuestra libertad, el amor no es ese ¡es muss sein! Pero el me insiste y se vulnera y en ves de cogerme coge mis manos y las acaricia con amor, pero ese acto me produce rabia, dolor, que cuando mas amor me demuestra siento que más me dolerá su partida, si es que algún día me deja, sé que un día lo hará pero el que me acaricie las manos será luego un recuerdo imborrable y extremadamente doloroso, como una quemadura en tercer grado o algo doblemente peor, por que lo sentiría con el corazón, su recuerdo lo sentiría con el corazón!
Suele repetirme que mi desamor le pesa hasta en los sueños, yo suelo contestarle que su romanticismo me mata la pasión, que ahora son sus cartas las que no me dicen nada, que me deje tranquila que quiero ir a beber con mis amigas, y el se queda ahí sentado en el sillón con el miedo de ser rosa y cuando yo cruzo la puerta golpeo como un hombre mis nudillos contra la pared ,aguantando las quemaduras de tercer grado en el corazón, por el miedo de ser rosa por el gran temor a decirle que mi amor por él es el peso que tiene menos levedad, el de más calibre, el más profundo e insoportable sentimiento.

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